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La muerte y el autismo (Parte I)

Sin duda una de las grandes decisiones que toman los padres es el momento de aceptar que no pueden seguir cuidando a sus hijos, ya sea porque la edad no lo permite, ya sea porque la salud se deteriora... llegado ese momento, el corazón se les parte en dos.

Tomar la decisión de que su niño fuera a una Residencia provocó en mi madre más de un mar de lágrimas y por más que en la Asociación de Autismo de Sevilla, los psicólogos recorfortaran diciéndole que era una fase normal en la vida de los chicos, que llegaba un momento en que ellos también se independizaban pero en vez de irse a otra casa, se iban a una Residencia, donde el personal cualificado lo atendería en todo lo que necesitara y que trasladar la responsabilidad a los demás hijos, no era una buena opción, que los momentos de malas conductas pasarían en la Residencia y que ella disfrutaría la mejor parte porque sería las vacaciones de él, las salidas del centro, lo que más disfrutan los chicos... pero mi madre no tenía consuelo y más cuando dicha decisión fue motivada por su deterioro físico provocado por un tumor... ahora era ella quien necesitaba ser cuidada, y en su pensamiento había un sentimiento de culpa por no poder cuidar a su niño. 
Las últimas navidades con mi madre (2013)

Poco a poco fue aceptando la realidad, pero sobre todo porque todos los fines de semana, mi hermano, su niño, volvía a casa y ella disfrutaba de él, y él de ella... Miguel Ángel siempre se quedó contento en la Residencia, se le veía feliz, y eso era lo que más sosegó a mi madre. Mi madre llamaba todos los días para preguntar por él y por cómo llevaba sus talleres. Esa comunicación es lo que la mantenía en vida.

Sin embargo, mi madre empeoraba y durante el último año y medio de su vida, ya no pudo ni cuidar a mi hermano los fines de semana... Nosotros, sus otros hijos, llevábamos a Miguel Ángel a casa y nosotros nos encargábamos de él, aunque mi madre siempre intentaba estar presente en la comida, poniendo lavadoras, dándole agua por la noche y demás, siempre había que dejarle que cerrara un poco los ojos para recuperarse un poco... su deber de madre por encima de su enfermedad.
Paseando por Cantillana (Sevilla)

En el mes de agosto de 2014, mi madre ingresó en el hospital con neumonía e insufuciencia cardiaca... no había esperanzas, los médicos nos dijeron que era cuestión de días... durante esos 30 días que mi madre estuvo esperando a su destino, nosotros no nos separamos de su lado, en los momentos de conciencia siempre nos preguntaba qué nos habían dicho en la Residencia y nos recordaba que en octubre era la cita del cardiólogo de Miguel Ángel... intentamos que se fuera tranquila de este mundo diciéndole que no se preocupara por el niño, que nosotros siempre estaríamos con él y que no lo olvidaríamos, porque ella siempre nos decía "cuando yo falte no os olvidéis de mi niño... no abandonarlo"... Y así lo hemos hecho desde que ella nos ha faltado en nuestras vidas. 

Estoy segura que su último pensamiento fue para Miguel Ángel, su niño.
Superar la muerte de una madre, cuesta... pero cómo explicarle a un niño con autismo, cuyo coeficiente de discapacidad es de un 82% que su madre ya no está... es una handicap.

Cada vez que ibamos a verlo o a recogerlo, nombraba a su madre y a nosotros se nos encogía el corazón, intentando remediar las lágrimas, porque entre otras cosas, Miguel Ángel nunca soportó ver llorar a nadie...se ponía siempre muy nervioso.

La transición de esa etapa no fue posible sin la colaboración de los miembros de la Residencia San Sebastian de Cantillana (Sevilla), con los que estuvimos en estrecho contacto para intentar que Miguel Ángel aceptara la nueva situación: su madre ya no estaba.

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